miércoles, 7 de enero de 2015

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martes, 18 de agosto de 2009

TIEMPOS MODERNOS.....NO DEJES DE LEERLO

EL TIEMPO PASA Y LAS PAREJAS TAMBIEN SE DESGASTAN



Antes había respeto
Si, antes había respeto, temor de Dios, consideración por los demás, compasión, civismo, ética y tantos otros valores que se han ido perdiendo o transfigurando y degenerando que ahora lo que antes era considerado como malo es bueno, y lo bueno es malo; veamos:
La decadencia social se ve cada vez más acentuada conforme pasan las generaciones, en forma lenta pero continua, sutil pero persistente; nos estamos haciendo como sociedad y como planeta, más fríos, más crueles, insensibles, groseros, agresivos, impulcros, inconcientes, incivilizados, desordenados, irrespetuosos, intolerantes, pero sobre todo; cínicos y desvergonzados y esto se podría explicar con el análisis de cómo desde hace aproximadamente, entre cuarenta y cincuenta años; empezó esta falta de interés o descuido o como se llame, de cómo crecen y son “educados” los niños y jóvenes de hoy, que reciben cada vez más información de los medios que de nosotros, de la calle que de su casa, y por supuesto están creciendo con la idea de que el lenguaje espeluznante de los últimos tiempos es “NORMAL”, los ejecutados, del día, los encajuelados de hoy, los violados de ayer, los suicidios de mañana, los levantones de todos los días, los desaparecidos de siempre, son entre otras muchas; palabras que antes y siempre tendrían que causar pavor, y que sin embargo ahora son tan domesticas y naturales que es inaudito con que tolerancia y costumbre las manejamos.

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Por otro lado y en ese mismo tenor, los muchachos, ya no saludan, ni al que llega ni cuando llegan; ni se despiden, ni piden permiso para entrar o salir, ni para pasar,(si les estorbas te arrollan antes que decir con permiso), bueno; si estornudas no te dicen “salud”, por qué?, para que?, que tiene de malo? Y por que lo tendría que hacer o dejar de hacer” argumentan.
Y es que simple y sencillamente, se los dejamos de enseñar, de pedir y hasta de exigir, que flojera nos da “el estar lidiando”, con muchachitos que por supuesto, ni quieren, ni les importa y creen que ni lo necesitan, ser educados y reformados. Antes nos enseñaban que las opiniones de los adultos eran importantes y respetadas, no importaba si los conocíamos o no, si eran nuestros familiares o no, tenían la autoridad moral solo por ser mayores de hacernos observaciones o reprendernos si cometíamos alguna falta, y también nos enseñaban a querer cuidar nuestra imagen y reputación, no nos atrevíamos a fumar o beber en público y menos delante de algún adulto, (aunque este fuera desconocido) y cuidábamos nuestra forma de hablar sin groserías ni vulgaridades en la calle, lugares públicos o transporte colectivo, por supuesto con esto nos hacían buscar la aprobación, el reconocimiento, el apoyo y hasta el amor de los adultos, y aprendimos que para conseguirlo se tenía que acondicionar nuestra actitud a un sinnúmero de reglas socio familiares, religiosas, políticas y de todo tipo, eso nos frenaba, nos inhibía pero finalmente nos protegía.
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A nosotros los que ahora son “adultos mayores”, nos llenaron de innumerables “debes de” y “tienes que” y aunque nos parecía el colmo y no lo entendíamos, aprendimos a aspirar a determinada posición socio económica, eso nos hizo esforzarnos y desarrollarnos, entonces, no fue tan malo.
Ahora todo eso ya vale poco o nada, hemos hecho a nuestros hijos irrespetuosos y malagradecidos, ni siquiera valoran o agradecen que se les haya dado la vida. Son sumamente, extremada y excesivamente dependientes, los hemos convertido en parásitos, no saben hacer nada, no tienen oficio ni beneficio, los volvimos con nuestra tolerancia a sus majaderías, en casi delincuentes con anuencia paterna, veamos; nos retan, nos amenazan, nos chantajean y manipulan, nos dejan de hablar, o se hacen los enojados para que no les digamos nada, se nos plantan, nos contestan, nos retan y hasta llega a ver casos en que los padres son agredidos físicamente por mozalbetes irrespetuosos y mal nacidos, y todo esto a sucedido por facilitarles la vida y por supuesto nosotros como padres, ya no sabemos ni que pensar, ni que hacer, ni que sentir, aparte de tristeza e impotencia, y así hemos quedado; inmovilizados, bloqueados, no sabemos que hacer; y esto nos llena de culpas, resentimientos, inseguridad y temor, que son las razones por las sentimos que no alcanzaremos nuestra realización familiar, y sentimos que está en riesgo nuestra estabilidad personal y por supuesto el futuro de nuestros hijos y con el de la sociedad.
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… ¡Y que se sientan orgullosos de ello!, es increíble.
Es evidente que tenemos que hacer algo, es imprecindible que hagamos un alto y nos replantemos nuestra forma de pensar, de actuar y de vivir, como individuos, en nuestro núcleo familiar, social y en nuestra comunidad, no podemos cruzarnos de brazos, tendremos que entender que o cambiamos o nos acabamos, por todo ello…




Acción es la palabra mágica, entonces, entendamos que…
Así, construimos nuestro presente, con las grabaciones, pensamientos y actitudes de todo nuestro pasado plagado de errores, de los que nos culpamos y culpamos a los demás.
Al resentirnos (sobretodo con nosotros mismos) nos hacemos la vida difícil, pues pretendemos juzgar y castigar nuestros errores en vez de corregirlos. De la misma manera, proyectamos hacia el futuro los errores de nuestra vida pasada, que nos causan penas, culpa, vergüenza y rencores, y nos hacen ver el futuro con temores, preocupación, ansiedad y desilusión.
Lo indicado para perdonar y olvidar nuestros errores del pasado será: revalorarnos, aceptarnos, apreciarnos y amarnos; aprender a vivir en el presente, saber que valemos.



Y recuerda…
Hay Cuatro cosas hay que no vuelven:
La flecha arrojada.
La palabra ya dicha.
La oportunidad desperdiciada.
La vida pasada".



lunes, 6 de julio de 2009

RE RELACIONANDONOS.....




Re- relacionándonos


Volvamos a hacer familia
Busca a tus padres, a tus hermanos y demás familiares, reconcíliate con quien te sientas enfadado y vuelvan a empezar.








Todos nos relacionamos en forma muy estrecha con los demás y solo podemos vivir en sociedad. No existe nadie que pueda vivir sin tener un íntimo contacto con los demás. Solamente en grupos, el hombre puede hacerle frente a la naturaleza y a la vida. Es paradójico entonces que le demos tan poca importancia a nuestra relación con los demás.

El grado de armonía en nuestras relaciones con los demás depende en mucho de la información que conozcamos de los motivos que otros tengan para pensar y comportarse de determinada manera y esto solo se puede lograr a través de la comunicación efectiva.

Para que la comunicación sea adecuada, es muy importante saber escuchar sin interrumpir, y esto solo se puede lograr si aprendemos a dialogar, pero ¿lo sabemos hacer?, veamos:



PARA DIALOGAR, ESCUCHAR PRIMERO,



DESPUÉS ESCUCHAR.
PARA ENTABLAR UN DIALOGO SE REQUIERE ANTE TODO RECONOCER AL OTRO,



AL INTERLOCUTOR,



PERO NO LO HEMOS SABIDO HACER,



NO BASTA LLAMAR AL OTRO POR SU NOMBRE,



SINO RECONOCERLO POR LO QUE ES.
NO SE VALE CONDICIONAR EL DIALOGO



A LA VOLUNTAD DE UNO DE LOS INTERLOCUTORES,



AVANCEMOS HASTA EL GRADO DE QUE EL DIALOGO



NO SEA UN EVENTO ESPECIAL,



SINO UN ESTILO PERMANENTE DE HACER VIDA.




También es importante preguntar cuando existen dudas, y cerciorarnos de que los mensajes que emitimos han sido interpretados de acuerdo a la intención de los mismos.



Por supuesto entra en juego nuestra capacidad de empatía, de hacernos similares a los demás, para aceptarlos y comprenderlos y de esa manera hablar también de lo que a los otros les gusta e interesa.


El amor no basta para resolver las deficiencias en nuestra comunicación. Es preciso detectarlas, reconocerlas y tratar de ponerles remedio. Cabe hacer referencia a los distintos niveles en los que puede asentar el defecto de la comunicación: emisor, receptor, código y mensaje.



Pues manos a la obra y abordemos, las diferentes posibilidades que se dan en la vida misma.
En cuanto al emisor cabe como defecto el expresarse con demasiada rapidez o el pensar que el otro/a entenderán lo que decimos y resulta que estamos omitiendo datos esenciales para ser comprendidos. La timidez, la introversión, la explosividad o la ansiedad, la tendencia a la histeria y otros rasgos defectuosos de nuestra personalidad pueden traicionarnos y –sin saberlo- modificar el mensaje que deseemos enviar a nuestro interlocutor.

Por parte del receptor lo que frecuentemente sucede es que se interpreta lo recibido como distinto de lo que se nos quería decir. Suele suceder cuando sufrimos, como en el caso anterior, susceptibilidad, narcisismo, tendencia a la paranoia, etc. No debemos olvidar que como dijo el filósofo lo que se recibe se hace al modo del recipiente. Pero ese personalismo es bueno siempre que lo conozcamos y que no deforme de modo sustancial el mensaje que nos llega.
Entre personas que utilizan idiomas distintos y no conocidos no cabe el entendimiento. Igualmente dos aparatos dispuestos para la comunicación requieren estar sintonizados en la misma frecuencia.
Resultando tan claro todo esto parece mentira que lo olvidemos con tanta frecuencia en la comunicación interpersonal. Y así tienen lugar esos diálogos de sordos más propios de un chiste que de la vida misma.

Eso es lo que ocurre cuando no consideramos el código utilizado en nuestra comunicación, bien sea como emisor o como receptor. Qué diferente resulta el significado de lo que decimos según la utilización, cuando nos expresamos, del indicativo, del vocativo o del imperativo como tonos modales.
Por último hay que valorar las anomalías derivadas del propio mensaje, del concepto , que queremos hacer llegar. Aquí entran de lleno las llamadas atribuciones que derivan de lo que para nosotros significa una palabra, un concepto, un gesto o una conducta en razón de lo vivido y aprendido a lo largo de nuestra vida.
Al considerar y registrar estos factores nuestra comunicación intelectual y afectiva ganará sin duda.
A veces será preciso acudir a un experto en la materia (médico, psiquiatra, psicólogo, orientador, etc.). Otras, se requerirá un estudio personal dirigido por alguien que ponga sentido común, tiempo y cariño al ayudarnos. Y finalmente –será lo ordinario- bastará con el propio empeño personal para bien entender y ser entendido.
La buena comunicación es principio y expresión de caridad que lleva a vivir mejor y más amorosamente en la medida en que llegue a ser más correcta, realista y generosa. Pongamos empeño.



¡Nos va mucho en ello!

Para comunicarnos eficazmente debemos hablar a través de nuestras emociones positivas, eliminemos de nuestro lenguaje palabras ofensivas, vulgares, soeces, y altisonantes; evitemos a toda costa los insultos, la critica, la calumnia, los chismes, y la murmuración.

Si no tenemos algo amable que decir, es mejor quedarnos callados, las palabras no rompen huesos, pero hieren igual.



Al comunicarnos, eliminemos las quejas, los reproches y los lamentos: no debemos estar a la defensiva, y hay que aceptar a las personas como son y sin juzgarlas; démosle a los demás aceptación; no consejos, corrección o regaños. Para demostrar respeto, seguridad y magnetismo es conveniente acostumbrarnos a llamar a la gente por su nombre (no por apodos, títulos o apellidos), al saludar estrechemos la mano de la gente con firmeza y gusto, y al soltarla, deslicemos suavemente nuestros dedos, (no como si quemara o diera toques). Al abrazar,



¡ABRACEMOS!,



no demos abrazos de político en campaña (de lado, y como si el otro apestara) y al besar,



¡BESEMOS!,



pero no con besos de comadre (de lado y apenas rozando con la nuestra, la mejilla de la persona que supuestamente besamos y parando el pico para tronarlo), ni tampoco se trata de besar a discreción a cuanta gente del sexo opuesto nos presenten o recién conozcamos, no seamos “pila de agua bendita”


¡Es imprecindible e impostergable que volvamos a convivir!


lunes, 8 de junio de 2009

Terapia Neural







Qué es la Terapia Neural?



Consiste en la aplicación de un anestésico local (procaína) a baja concentración en lugares donde el sistema nervioso vegetativo ha sufrido alteraciones, puesto que éstas, permaneciendo grabadas en la memoria, pueden originar estímulos irritativos y bloqueos, capaces, en condiciones desfavorables, de causar cambios patológicos y ser el origen y coadyuvantes de patologías.
La regulación en este sistema nervioso vegetativo, inyectando la procaína en diferentes partes del cuerpo (puntos dolorosos, cicatrices, ganglios, etc.), nos permite recuperar mejor la fuerza vital y el equilibrio armónico de la salud.
La Terapia Neural es una de las prácticas médicas que expresan una manera de entender la vida y la salud diferente a la de la medicina facultativa u ortodoxa.
Desde la Terapia Neural se entiende al ser humano como un sistema complejo y termodinámicamente abierto, con capacidad de auto-eco-organización y por lo tanto de autocuración. Un sistema que se encuentra en relación directa con todos los demás constituyentes de la Vida y con su totalidad. La Vida es todo lo que artificialmente hemos fragmentado; sociedad, Naturaleza, Universo son una sola cosa.
La Terapia Neural consiste en hacer aplicaciones con procaína a bajas concentraciones en puntos específicos del cuerpo, la cual por vía neural (entre otras) impulsa a cada ser (mente, cuerpo y espíritu a la vez) a encontrar su propio orden, es decir, a sanarse a sí mismo.
La procaína actúa como un impulso inespecífico para cada cuerpo, y su lugar de aplicación depende de la historia de vida del enfermo. Su carácter inespecífico permite un diálogo respetuoso con el cuerpo, en la medida en que el mismo organismo va recordando injurias pasadas y buscando nuevos órdenes.
Respetando la singularidad de cada uno, la Terapia Neural no se relaciona con enfermedades o diagnósticos, sino con seres humanos únicos y capaces, que se encuentran en un paso trascendental de su proceso vital de aprendizaje. Y reconociendo la sabiduría de la vida presente en cada persona, posibilita la reinvención de seres más concientes y responsables de su existencia y la del Universo; de seres más felices y más libres.
Por lo tanto, la Terapia Neural permite que quienes se encuentran, se acompañen amorosa y respetuosamente, en un intento solidario por sentir y entender la vida juntos.



¿Cómo se hace Terapia Neural? El encuentro:
Comienza con una conversación biográfica, en la que:
Se escucha, se relaciona, se siente, se intuye...
Se tiene en cuenta especialmente la historia del malestar presente con todas sus relaciones, así como toda la historia que se recuerde, sin tener en cuenta ninguna separación (entre lo físico, lo mental, lo emocional...), sin excluir nada, y en general, sin modelos predeterminados y con los menos prejuicios posibles...
Se confía en la percepción y en la palabra del otro, y en la intuición de uno mismo...
Luego se aplican las agujas con Procaina en sitios específicos del Sistema Nervioso, de acuerdo a la historia relatada
Se siente, se palpa, se aplica...
Se espera...
En el segundo encuentro...
Escuchan juntos lo que el cuerpo, que es sabiduría, ha dicho, a través de las reacciones, las sensaciones nuevas, los recuerdos, los sueños, el estado de ánimo, y las modificaciones y permanencias de los malestares...
Se está atento a las relaciones entre lo sentido y sucedido después de la primera consulta, y las injurias pasadas...
Así se deciden los puntos de la siguiente aplicación
Se espera...
Y así continua el encuentro (o se termina, que es otra manera de continuar...), en este diálogo con la Vida sabia y misteriosa que se expresa en el cuerpo y en este acompañándoNOS...
La aplicación:
Se utiliza Procaina (0.5 - 1% en solución fisiológica isotónica)
Se aplica intradérmica o en ganglios o plexos nerviosos
Con agujas de variables dimensiones y calibres dependiendo del lugar de aplicación
La explicación:
Las respuestas y los cambios que van sucediendo con la Terapia Neural no se pueden explicar totalmente desde la racionalidad mecanicista ni médica ortodoxa. Los avances de la nueva ciencia respaldan su hacer y permiten explicarla mejor, aunque no hay aun explicaciones completas.
Hay una explicación tradicional de la Terapia Neural, la de la Terapia Segmentaria y Campo Interferente, que aunque es parte de su historia, no se sostiene en la práctica y se aleja de su concepción.
Hay otras explicaciones posibles:
Los avances de la Física Cuántica, la Termodinámica, la Biocibernética, la Neurobiología, permiten entender parte de lo que sucede al hacer Terapia Neural, y desde la mirada científica constatar que es posible que suceda.
La comprensión del cambio de Paradigmas en el que se encuentra nuestra sociedad y el acercamiento al Paradigma Biocéntrico, nos permite intentar maneras diferentes y propias de entender la Terapia Neural.
La vivencia de la Terapia Neural prescinde de cualquier explicación. Se acepta respetuosamente el misterio y se agradece humildemente el milagro.

martes, 26 de mayo de 2009

m a d u r e z


Madurez

Madurez es la habilidad de controlar la ira y resolver las discrepancias sin violencia o destrucción.
Madurez es paciencia.
Es la voluntad de posponer el abrazo inmediato en favor de un beneficio de largo plazo.
Madurez es perseverancia, es la habilidad de sacar adelante un proyecto o una situación a pesar de fuerte oposición y retrocesos decepcionantes.
Madurez es la capacidad de encarar disgustos y frustraciones, incomodidades y derrotas, sin queja ni abatimiento.
Madurez es humildad.
Es ser suficientemente grande para decir "me equivoque".
Y cuando se esta en lo correcto la persona madura no necesita experimentar la satisfacción de decir "Te lo dije".
Madurez es la capacidad de tomar una decisión y sostenerla.
Los inmaduros pasan sus vidas explorando posibilidades para al fin no hacer nada.
Madurez significa confiabilidad, mantener la propia palabra, superar la crisis.
Los inmaduros son maestros de la excusa.
Son los confusos y desorganizados.
Sus idas son una confusión de promesas rotas, amigos perdidos, negocios sin terminar y buenas intenciones que nunca se convierten en realidad.
Madurez es el arte de vivir en paz con lo que no se puede cambiar

jueves, 16 de abril de 2009

A PONER LIMITES






Para muchos padres, poner límites a los niños es uno de los más grandes desafíos de la paternidad en el siglo XX.
Pero la importancia del límite es evidente: definir la frontera entre lo que es permitido y lo que no, es el parámetro que nos acompañará a lo largo de toda la vida.
Anclada en dicha convicción, la autora propone un plan útil y concreto a la hora de aconsejar a los padres sobre ésta problemática. Elabora una guía para identificar las situaciones cotidianas generadoras de problemas y propuestas sensatas para prevenirlos y resolverlos. Habla con claridad de aspectos básicos de la rutina diaria -las tareas, el baño, la hora de dormir- y de cuestiones puntuales -la televisión, el dinero, la computadora-, ofreciendo reflexiones claras y sugerencias inteligentes que todos los padres agradecerán.
El objetivo es hallar un camino razonable hacia una vida familiar más alegre y armónica.
Principios básicos para padres y madres que desean educar bien:
1. Nosotros somos los educadores, la escuela o colegio sólo complementan.


2. Educar bien es enseñar a: conocer las propias posibilidades, desear crecer, aceptar nuestras limitaciones y nuestras virtudes de forma sana, es enseñar a vivir.


3. Educar bien es enseñar a adaptarse a todas las situaciones: buenas o malas.


4. Educar no es proporcionar experiencias buenas y asilarle de las malas. Es ayudarle a aprender de ellas.


5. Para educar bien no existen recetas, se aprende de experiencias concretas y luego se generaliza.


6. Educar es una toma de decisiones constante.


7. Nuestras decisiones están muy influidas por cómo hemos sido educados.


8. Ser conscientes de ello ayuda a educar más sensatamente.


9. Educar bien a mi hijo (a), no es compensarle por loo que nosotros no hemos recibido en nuestra niñez. “Los hijos no nacen con tus carencias ni necesidades, no se las crees”.


10. Debo ser consciente de lo que me transmitieron cuando me educaron.


11. Debo educar en el presente con perspectiva de futuro.


12. Una mala actuación ahora se paga con creces en el futuro.


13. No debo angustiarme. Si no puedo, busco ayuda.


14. Para educar bien es necesario tener sentido común.


15. Muchas veces necesitamos una visión objetiva desde fuera.


16. No dudes en pedir orientación educativa aunque el problema parezca pequeño.


17. No existen los superpadres, todo el que te comente que su relación con su hijo es perfecta, puede ser que necesite aparentar o que no quiere ver los problemas.


18. Nada es lo mismo para un hijo que para otro.


19. Educar bien no es buscar las mismas condiciones para todos, sino es dar a cada hijo lo que necesita. Hacerlo así no es ser injusto, ayuda a los hijos a crecer aceptando la individualidad de cada uno.


20. Educando voy a cometer errores.


21. No hay error que no se enmiende.


22. Puedo rectificar sin perder la autoridad.


23. No importa lo que sucedió en el pasado, si hay problemas hay que “tomar la situación de inmediato”.


24. Sé positivo. Dile a tu hijo lo que degusta y pon un límite a lo que no te gusta.


25. Un niño (a) es una antena parabólica constante. Se entera de todo, lo imita todo. El niño aprende más de lo que ve, que de lo que decimos. 2


6. El mayor deseo del niño es controlar el entorno.


27. En el entorno también estamos nosotros. Controlar nuestras reacciones le fascinará, incluso aunque sea a costa de que nos enfademos con él o ella.


28. El niño necesita libertad conducida.


29. Si nosotros no ponemos límites a su conducta, lo hará él.


30. Nunca debo mentirle. Si le enfrento a aquellas cosas que no le gustan pero que debe aceptar, le preparo para asumir la realidad.


31. Si le miento lo haré un inmaduro (necesitará que le disfracemos las cosas para aceptarlas) y un inseguro (si no puedo confiar en mis padres ¿en quién puedo confiar?


32. Debo explicarle las cosas (casi siempre) y de forma breve.


33. A veces los niños necesitan un “Porque yo lo digo”.


34. Levantar castigos o encubrir los errores sólo es sobreprotección. Las personas sólo aprendemos de nuestros errores si vivimos las consecuencias de los mismos. Formamos hijos inmaduros incapaces de enfrentarse a la frustración.


35. El mayor deseo de un niño es que papá y mamá estén pendientes de él.


36. La atención que le prestamos es nuestra mejor arma. Quién sabe cómo y cuándo prestar atención a su hijo(a) sabe educar.



Todos estos principios se pueden resumir en el siguiente pensamiento:



• Sé que puedes. •




Por eso te enseño y te exijo. •




Y como sé que te cuesta esfuerzo, te lo reconozco.



¿Cómo aumentar las conductas positivas y eliminar las negativas?
• Tenga en cuenta que igual que usted como padre – madre puedes modificar la conducta de tus hijos, éstos modifican de forma intuitiva tu propia conducta.


• Las normas deben ser claras, esta bien definidas, y se adecuadas para cada niño según la edad.


• Es importante establecer diferencias entre los hermanos. De otro modo los mayores tienen la sensación de que crecer sólo trae consigo obligaciones y no tardarán en aparecer conductas regresivas (comportamiento infantil) y, por su parte, lo pequeños no desearán crecer, ¿para qué perder privilegios?


• No es injusto que un pequeño se quede, por ejemplo, sin ir a una actividad o no pueda recibir una bicicleta hasta tener 3 años más. De este modo deseará crecer y hacerse mayor como su hermano. Hacerse mayor será deseable porque ser pequeño no trae consigo todos los privilegios. • No pida cosas que el niño o la niña no puede hacer.


• Cuando exija al niño, no actúe de forma contradictoria.


• Sea coherente en la aplicación de las normas.


• Cuando se produzcan desacuerdos entre los padres sobre la forma de educar a los niños, nunca se deben discutir delante de ellos.


• Evite centrar la autoridad en un solo padre – madre. • No delegar la autoridad en otro.


• No se desautorice nunca.


• No modifique los castigos (consecuencias) una vez anunciadas.


• No castigue con algo que no pueda cumplir.


• Acostúmbralo a pedir permiso.


• Cuando tengas que poner un castigo: no te alteres, por nada del mundo.



Finalmente recuerde:
Los adultos que conviven con el niño tienen que estar de acuerdo acerca de los límites que debe tener: qué se le permite y qué se le prohíbe. Hay que ser cuidadoso con el castigo, porque si éste no se lleva a cabo adecuadamente, el niño no aprenderá lo que es bueno y malo, no fortalecerá su moral. Tal vez deje de hacer lo que se le censura por temor, pero no por convicción. Lo importante es que el adulto ejerza su autoridad de manera que le dé la oportunidad al niño de aprender algo de la experiencia. Ante un berrinche, por ejemplo, se lo puede ignorar, excluir al pequeño del grupo hasta que se calme, y explicarle que esas son las consecuencias de su acción. Aprenderá a tener más cuidado la próxima vez. Se le puede invitar a que participe en la reposición del daño causado, remendando el libro destruido, el juguete quebrado, el dedo maltratado del hermano y, por último, es importante afirmar que la censura mediante palabras o gestos es a menudo insuficiente para que el niño se dé cuenta de que con su acción ha roto el vínculo de confianza mutua y de solidaridad al hacer algo desagradable a los otros, si existe una fuerte relación familiar.
Del autoritarismo a la libertad
Estos son sólo dos muestras de un fenómeno social creciente y preocupante que no tiene una sola explicación. Muchos investigadores aseguran que la experiencia familiar de los actuales progenitores ha influido de forma notable. Hace veinte años, adultos formados con una educación familiar estricta se estrenaron en la tarea de ser padre o madre, convencidos de que había que superar el autoritarismo que habían sufrido. Eso empujó a muchos de ellos a dejar hacer, a no llevar la contraria al hijo o hija para que no sufriera traumas psicológicos, a no usar los castigos como método de aprendizaje, a satisfacer caprichos, a proteger a los hijos e incluso desprestigiar en algunos casos a otros educadores, principalmente maestros. La tolerancia a la frustración y el autocontrol
En la educación de un hijo no se pueden evadir las normas ni la jerarquía. Un niño aprende que cuando su madre o su padre dicen que no, esa decisión es inamovible. La frustración que le generará es inevitable, pero debe aprender a tolerarla y convivir con ella porque las normas son precisamente las que le dan seguridad y le enseñan a confiar en un criterio sólido.
Ante una pataleta o un enfado, se le puede ignorar hasta que recobre la calma, pero no celebrar que se ha tranquilizado ni negar el conflicto.


Tras perder el autocontrol y recuperar la tranquilidad, el niño aguarda expectante. La indiferencia le dolerá más que un castigo ponderado, por lo que conviene hacerle ver lo estéril de su comportamiento con un ejercicio de la autoridad que le permita aprender algo de la experiencia. Poner límites a las conductas, no a los sentimientos
Los niños necesitan ser guiados por los adultos y para ello es fundamental establecer reglas con las que fortalecer conductas y lograr su crecimiento personal. Los límites se deben orientar al comportamiento del niño, no a la expresión de sus sentimientos.


Se le puede exigir que no haga algo, pero no se le puede pedir, por ejemplo, que no sienta rabia o que no llore. Los márgenes deben fijarse sin humillar al niño para que no se sienta herido en su autoestima. Por eso, no se debe descalificar ("eres un tonto", "eres malo"...), sino marcar el problema ("eso que haces o eso que dices está mal".


Conviene dar razones, pero no excederse en la explicación. Los sermones no sirven de mucho. Los niños responden a los hechos, no a las palabras. Un gesto de firmeza y serenidad, acompañado de pocas palabras será más efectivo que un discurso. ¿Por qué nos cuesta poner límites a nuestros hijos e hijas?
* Porque no nos sentimos suficientemente fuertes para enfrentarnos a nuestros hijos. * Porque demasiado a menudo somos complacientes con nuestros hijos e hijas para compensar el poco tiempo que les podemos dedicar. * Porque cuando nuestra autoestima no pasa por su mejor momento queremos ser aceptados por nuestros hijos. * Porque los adultos, el padre y la madre, nos desautorizan mutuamente y seguimos líneas de actuación claramente contradictorias.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Evita que las preocupaciones te dominen







Si no encuentras la forma de liberarte de las preocupaciones, porque crees que forman parte de tu propia personalidad, de tu particular modo de ver la vida. Si crees que nunca podrás abandonarlas porque eres una persona "responsable", necesitas reflexionar acerca de tus creencias, y seguir estos tips para encontrar una nueva relación con los problemas e inconvenientes que enfrentas a diario.






Pasos



1
No pelees contra tus preocupaciones, encáuzalas en tu beneficio. Fíjales un horario y dedícate a ellas sin restricciones, pero sólo durante el tiempo que hayas previsto destinarles.



2
Discrimina y divide tus problemas según las áreas de supuesta afección de tu vida. Mantén cada situación en su ámbito, sin trasladarla ni arrastrarla de un sitio a otro.



3
Cuando te sientas tomado por tus preocupaciones, no te les opongas. No discutas por el sinsentido de ellas. Utiliza una vieja técnica distractiva y disponte inmediatamente a realizar alguna tarea que no tenga relación con tu conflicto actual. Por esta vez, actúa en vez de pensar en vano. Pero hazlo a conciencia, manteniendo tu mejor nivel de atención en lo que realizas.



4
Plantéate objetivos diarios que sean precisos y puedan ser medidos al final del día. Convierte tus preocupaciones en planes de acción que modifiquen las cosas que te inquietan o perturban.



5
Delega en otros las cosas que te exceden y hazte cargo sólo de lo que te compete. Supervisa la acción de aquellos en quienes delegas, pero no confundas la supervisión responsable con el deseo de tener todo bajo control.



6
Dedica un tiempo semanal a realizar actividades físicas o artísticas que te permitan descargar el exceso de tensiones y stress.



7
No ocupes la totalidad tu agenda con compromisos laborales o de estudio. Reserva al menos el 25% de tu tiempo, diario, a actividades gratificantes, creativas y de esparcimiento.



8
Dedica un momento tranquilo de la semana para reflexionar con conciencia acerca de las situaciones que generan tus preocupaciones y trata de detectar las tensiones o temores que tienen asociadas.



9
Explora las creencias negativas que posees acerca de ti mismo. De ellas nacen los temores a no alcanzar lo que deseas o a perder aquello que has conquistado. Muchas veces, estas creencias son las que nos juegan malas pasadas disfrazándose de "responsabilidad".




Importante




* Recuerda que las preocupaciones no construyen hechos concretos que resuelven los problemas, sino que son drenajes por los que se pierde la energía. Invierte tus fuerzas con sentido de realidad y canalízala con eficacia a tus ocupaciones y planes concretos.