domingo, 31 de agosto de 2008




El Duelo


En esta ocasión quiero hablarles sobre un suceso bastante común en la vida de cualquier persona, la pérdida. Y con este término me estoy refiriendo a una gran gama de circunstancias, pues durante el tiempo que pasa uno en esta tierra constantemente tenemos pérdidas: a veces perdemos la salud, en otras ocasiones
perdemos trabajo, dinero, negocios, y en situaciones más dolorosas llegamos a perder una pareja y existe aún mayor aflicción cuando perdemos a un ser querido porque la muerte nos lo arrebata.

Todos en algún momento de nuestra vida hemos perdido alguien o algo, y a este proceso en el cual uno sufre la crisis de adaptarse a nuevas circunstancias sin contar con lo perdido, le llamamos duelo. Podemos clasificar las pérdidas desde diversos puntos de vista: de acuerdo a si la esperábamos o no, podemos agruparlas en esperadas e inesperadas. Las esperadas son aquellas que ya sabíamos que sucederían, por ejemplo, cuando algún familiar esta desahuciado y tenemos la certeza de que morirá pronto; y las inesperadas son aquellas que no sabíamos que ocurrirían, como una muerte por accidente o la ruptura con la pareja . Si consideramos estas características de las pérdidas podemos decir que las pérdidas inesperadas provocan mayor sufrimiento que las esperadas, porque cuando esperamos que suceda una pérdida echamos a andar desde antes mecanismos para adaptarnos a las nuevas circunstancias, pero cuando no esperamos la pérdida o esta ocurre repentinamente, la adaptación tiene que ser inmediata, prácticamente de un día para otro, sin que tengamos tiempo para sentarnos y reflexionar sobre lo ocurrido.
Las pérdidas también se pueden clasificar, de acuerdo a la intención con que estas ocurren, en: intencionales, involuntarias y subintencionales. Las intencionales son las que suceden porque uno así lo determinó, como renunciar a un trabajo o terminar una relación amorosa por decisión propia; las involuntarias son las que ocurren sin que uno lo desee de esa forma, como
perder a un amigo porque cambió de residencia o la muerte de un familiar; y las subintencionales son aquellas que se dan por ciertos actos que uno realiza como perder un trabajo por faltar frecuentemente, o perder dinero por gastarlo en cosas improductivas o terminar una relación de pareja por que lo descubren a uno siendo infiel. Y de acuerdo a esta clasificación, podemos decir que las pérdidas involuntarias son las que provocan mayor aflicción. Y si unimos las dos clasificaciones veremos que las pérdidas involuntarias y repentinas son las que causan mayor tristeza.
Y así como todos hemos sufrido pérdidas y hemos tenido nuestros duelos, de la misma manera todos hemos sentido tristeza y aflicción por estas pérdidas. Pero aquí surge otra pregunta importantísima: ¿en qué momento este duelo se vuelve anormal? Existen ciertas características del duelo que pueden hacernos sospechar de un proceso anormal. Algunas de estas las podemos definir en tres grandes rubros: primero, el duelo cronificado, esto es, que después de un tiempo considerable la persona sigue teniendo las molestias propias del duelo. Y aquí encontramos otro factor importante, el tiempo. ¿Cuál es el tiempo normal en el que uno puede adaptarse a la nueva vida sin contar con lo que perdimos? Por lo que se ha visto en infinidad de casos, podemos decir que el tiempo promedio necesario para resolver este proceso de duelo es aproximadamente, de seis meses. Otra forma de distinguir al duelo normal de patológico, es identificando el dolor inhibido, esto es, que la persona que sufre la pérdida no expresa ninguna tristeza o aflicción como sería de esperarse. Aquí podemos decir, que así como es normal estar contento cuando nos sucede algo bueno, como sacarnos la lotería o terminar nuestros estudios, así también es completamente normal estar triste, melancólico o afligido cuando tenemos una pérdida, y por lo tanto, cuando no se expresa esta tristeza es porque algo malo esta ocurriendo, y esto podría ser porque la persona está evitando o huyendo de los sentimientos que produce la pérdida, pero si no los enfrenta, si no los sufre, no podrá continuar con el proceso normal de duelo y por lo tanto no podrá resolverlo de una manera adecuada. Y por último, otra forma de duelo anormal o patológico, es el duelo diferido, esto es, que la persona no manifiesta ningún síntoma de tristeza durante las primeras dos semanas después de la pérdida. Esto es parecido a lo descrito en el duelo inhibido, y la persona también esta evadiendo los sentimientos y por lo tanto no los está resolviendo de la forma más adecuada y esto le ocasionará problemas emocionales en el futuro.
Pero ¿qué es lo que pasa por nuestra mente cuando tenemos una pérdida? Bueno, para contestar esta pregunta recurriremos a lo dicho por la doctora Elisabeth Kübler-Ross. Ella se dedicó a estudiar a pacientes que estaban desahuciados, enfermos a quienes se les informaba que morirían pronto. La doctora Kübler-Ross, detectó que
existen cinco fases por las cuales pasaban estos enfermos, y que después se ha visto que también pueden ser aplicables a cualquier proceso de duelo. El orden en el cual mencionaremos estas fases no es estricto, esto es, que no siempre se suceden de la misma forma, y el haber pasado por una de esta fases no quiere decir que no volveremos a vivirla, pues se ha visto que en muchas ocasiones las fases se repiten y vuelven a ocurrir dentro de un proceso de duelo normal. La intensidad y las características particulares dependerán de la personalidad y de la historia de cada persona, esto es, cada quien vivirá estas fases de acuerdo a como vea la vida, como se relacione con las personas, como piense y dependiendo de las experiencias que haya tenido en su pasado. Pero bueno, la doctora Kübler-Ross, después de varios años de estudio, determinó que existen cinco fases o etapas por las que pasa una persona ante una pérdida y estas son: la negación, la ira, las negociaciones, la depresión y la aceptación. La negación es considerada como la primera fase, en esta, la persona se entera de la pérdida, y la primera reacción puede ser el sentirse perturbado, agitado o conmocionado, y también suele suceder que uno se resista a aceptar la pérdida, es decir, que niegue el que esta haya ocurrido, si recordamos pasajes de alguna novela, obra de teatro o una experiencia personal, podremos recordar que muchas veces lo primero que dice alguien cuando se entera de la muerte de un ser querido es: “¡No es cierto!” o “¡No puede ser!”, esta es la fase de negación. Algunas personas nunca superan esta fase y van por la vida sin poder aceptar esta pérdida, o pensando que la persona amada regresará, o que no es cierto que tienen una enfermedad mortal, o negándose a aceptar cuestiones como la edad, la soledad, el que los hijos abandonen el hogar, en fin, sin poner los pies en la tierra y ver las cosas como son. Y al no enfrentarse a la pérdida no podrán resolverla. Por lo tanto, esta fase es normal cuando no causa un deterioro en la vida del individuo, pero si dura mucho tiempo o le provoca algún malestar a la persona, esta fase se habrá vuelto anormal, patológica o enfermiza.La segunda fase del duelo es la ira, la persona se siente enojada, frustrada, cualquier cosa le molesta o le pone de malas, se desquita con el primero que se le ponga enfrente. Todas estas son características de la ira. Pero esto no es todo, este enojo, esta ira, lo descarga en figuras importantes como pueden ser Dios, el destino, algún familiar o un amigo, necesita alguien a quien culpar y sobre quien descargar todo este enojo que le produce la pérdida, en algunas ocasiones, esta culpa recae en uno mismo; muchas veces las personas que sufren una pérdida se culpan a ellas mismas y se autocritican y se desquitan con ellas mismas. Pero este enojo y esta agresión sólo intentan ocultar los verdaderos sentimientos por los que pasa la persona, los cuales son: la soledad y el miedo. La tercera fase del duelo es la de las negociaciones, en esta etapa se intenta pactar o regatear con la pérdida, las personas piensan que si hacen o dejan de hacer algo lo perdido regresará, por ejemplo: si se muestran cariñosos con la persona amada esta regresará, o si siguen una dieta el cáncer desaparecerá, o si acuden a alguna terapia alternativa desaparecerá su enfermedad, en fin, tratan de dar marcha atrás a algo que ya no tiene solución.La cuarta fase es la depresión, en esta los pacientes manifiestan molestias propias de la depresión, como pueden ser: problemas del sueño, esto es, dormir mucho o no poder dormir; problemas del apetito, como pueden ser, dejar de comer o comer demasiado; ánimo bajo, sentirse muy triste, decaído o afligido; sentir que ya nada vale la pena; perderle el gusto a las cosas que antes nos provocaban placer; sentir que sería mejor estar muerto; o incluso llegar a pensar en terminar con su vida, o sea, tener ideas suicidas. Esta es una etapa crítica, pues si todas estas molestias propias de la depresión se prolongan, entonces será necesario dar algún tratamiento para la depresión, pero si la persona logra pasar esta fase, o esta etapa dura poco tiempo, solamente será necesaria alguna intervención por medio de psicoterapia.Y la quinta y última etapa del duelo es la de aceptación, en esta fase la persona acepta la pérdida y puede hablar de ella con soltura y sin sentirse enojada o triste, se da cuenta de que existen muchas cosas que no pueden evitarse y se enfrenta a uno de los más grandes miedos de los seres humanos, el darnos cuenta de que muchas veces no podemos hacer nada ante ciertas cosas. Hay infinidad de circunstancias que no podemos evitar y que nos duelen, pero siempre es mejor hablar de estas situaciones y resolverlas. Como les digo a mis pacientes: cuando nos hacemos una herida nos duele, y es necesario lavarla con agua y jabón e incluso ponerle alcohol o mertiolate o algún otro antiséptico, y mientras cicatriza la herida nos duele y si la tocamos peor, pero una vez que se cierra totalmente ya no nos dolerá cuando la toquemos y si, efectivamente, nos dejará cicatriz, pero habrá sanado y nos ayudará a saber como enfrentar problemas parecidos en el futuro.